Sede Canónica
Esta Hermandad tiene su sede canónica, en el convento que fundaran los religiosos Mínimos de San Francisco de Paula. En la entonces Provincia de Andalucía, la casa de los P.P. Mínimos de San Francisco de Paula, fue la cuarta que se fundara, poblándose dicho convento el día dos de Julio de 1506, siendo Provincial el P. Fray Marcial de Vinicis. La fundación de esta casa se lleva a cabo en el año 1505, según relata en su Memorial el P. Fray Alonio de Villamayor, siendo Vicario General de esta Provincia el P. Fray Bernardino de Cropulatu.
En este Convento, que fue en primer lugar Ermita de San Martín, han tenido lugar, a lo largo de la historia, dos importantes milagros que nunca podremos olvidar; Fray Martín de Marmolejo, fraile lego, que profesó en tiempos del Santo Padre, después de haber vivido algún tiempo en este Convento, viajó a Tours a visitar al Padre fundador. Al tiempo de despedirle le pidió algunas reliquias para traer a España, y no hallando el Santo Padre cosa que poder darle, le llevó a un moral, y desgajó una rama de la que hizo un báculo o bastón para el camino. Entregándosela el Padre fundador le dijo que en llegando al Convento de Ecija lo plantase. Así lo hizo, le sirvió de báculo y llegado a Ecija lo plantó y de el se hizo un poderoso árbol. Este acontecimiento quedó confirmado por muchas personas, entre ellas por los dichos de algunos padres antiguos, especialmente los del padre fray Francisco de la Barra y de fray Lucas Ximenez -lego-, quienes siendo novicios en el dicho convento conocieron en el al referido fr. Martín de Marmolejo, quien muchas veces los llamara a ver el moral del báculo que había traído de Francia, dado por el Santo Padre en la forma que queda dicho.
Debajo del Altar mayor de la Capilla del antiguo Convento, estaba una pequeña capilla, y en ella un altar con una imagen del glorioso Apóstol y Doctor de las Gentes San Pablo, y es el lugar donde se apareció el Apóstol Santo en el año 1436. Cada año se renueva la memoria de esta aparición con una solemne procesión que se hace el día de su conversión, con voto que para ello hizo la Ciudad. En aquel lugar antes dicho, una noche poco antes del amanecer, un mozo de catorce años de edad, llamado Antón de Arjona, vio estando despierto un hombre muy hermoso a maravilla, el cual venía vestido de unas vestiduras blancas, y dijo (haciendo esta declaración ante la Justicia que le examinó) que en viéndole tuvo gran temor, y el dicho hombre le habló, y le dijo, que no tuviese miedo, que el era S. Pablo Apóstol de Cristo nuestro Señor...
A mediados del siglo XIX, en tiempos de la desamortización (Ley de 1º de Mayo de 1855) los Mínimos se ven obligados a abandonar nuestra Ciudad. Como consecuencia de ello, depositan diversos enseres y objetos de valor en la Parroquia de Santiago según consta en los archivos de dicha Parroquia.
Es por todos conocidos que en la década de los años sesenta del pasado siglo XX, se tomó la fatal decisión de demoler el templo entonces existente, y ello debido principalmente al mal estado de las cubiertas y por el desplome que presentaba uno de sus grandes muros. Tras el derribo, se optó por construir la pequeña capilla que hoy disfrutamos gracias al firme empeño de D. Fernando de Soto Domecq, Marqués de Santaella y Arienzo, sin cuya ayuda no habría sido posible realizar la nueva construcción. No obstante, la nueva edificación, además de pequeña, ha dejado aislada a la torre y los aledaños de esta han quedado en ruinas.